domingo, 2 de agosto de 2009

EL SENTIDO DE MI VIDA VIII

VIII

Me voy a Madrid, seguro que allí encuentro trabajo. Lo soltó así, cómo si se tratase de la cosa más sencilla del mundo. Me enfadé, le dije que no esperara que nosotros costeásemos esa locura. Después expuso su argumento de que ya era mayorcita, que todas sus amigas llevaban tiempo viviendo por su cuenta y que no nos preocupásemos, que no se iba a morir de hambre. No le importó mucho cuando le dije que aquí, en Valencia, también tenemos medios de comunicación importantes, que no era necesario irse a la capital, pero no tardé en entender que ese no era el verdadero motivo. Creo que sólo fue una excusa para volar lejos del nido.

¿Hemos hecho algo mal, Pilar? Si existe una persona capaz de levantarme el ánimo cuando estoy mal, esa es mi mujer. Fíjate que yo opino justo lo contrario. Lo hemos hecho demasiado bien. Con cara de extrañeza le pedí una explicación, no recordaba la última ocasión en que habíamos visto las cosas de manera tan diferente, pero tenía toda la razón del mundo. Puede que mi egoismo no me permitiese ver con claridad, no soportaba la idea de que mi hija se hubiese alejado tanto de nosotros. Entonces me recordó todo lo que habíamos hablado cuando llegamos a casa después de nacer Silvia y yo me pasaba horas mirándola, soñando con su futuro. Decías que le ibas a enseñar el mundo de manera, que ella misma fuese libre de opinar, que querias que fuese fuerte y no tubiese miedo a nada. Es cómo la educamos, ni más, ni menos.

Es verdad, dije todo eso, pero nunca se me pasó por la cabeza que lo único que conseguiría con esto sería perderla. No dramatices, aunque tenga una curiosa manera de demostrarlo, tu hija te adora. Y yo quería creer las palabras de Pilar, pero estaba dolido.

Pasé varias noches en vela pensando si estaría bien, llamaba por teléfono cada dos o tres días, aunque sólo hablaba con su madre. Luego ésta me contaba que estaba en una pensión, que seguía buscando trabajo. Yo ignoraba de cuanto dinero disponía, pero deseaba que se le terminara para que regresase a casa, cual hijo prodigo. Hasta el día que mi mujer me sorprendió diciéndome que se iba a Madrid. He pedido unos días libres. La ayudaré a buscar un piso y si es necesario, le pagaremos los primeros meses.

Debí de ir yo también, tragarme mi orgullo y decirle que daría mi vida por ella, por verla feliz. Quizás si huviésemos ido los dos, Silvia habría reaccionado de manera diferente, porque no acepto la ayuda. Le pidió a Pilar que no lo tomara a mal, que necesitaba hacer esto sola. Mamá, no soy tan orgullosa cómo para dormir en la calle antes que pediros dinero, pero tienes que entenderme, ya no soy una niña.

Doy por hecho que la entendió, porque me lo contaba con una sonrisa en la cara. Yo escuché con atención su punto de vista y deseé no estar equivocándonos.

3 comentarios:

Magia dijo...

No se si con los hijos eso de acertar o equivocarse tiene razón de ser, son los hijos mismos los que aciertan o se equivocan, pero es necesario que cometan errores para aprender de ellos y madurar, los padres ya tienen bastante con motivarles a ser buenas personas, el resto lo tienen que aprender ellos... si fuese madre lo mismo pensaba de manera diferente... supongo que en esto nunca habrá una sóla opinión...
Saludos. Ciao.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Magia, aunque se que esto a veces es una pequeña quimera, lo ideal es que los padres educasen para que sus hijos fuesen ellos mismos con lo que esto conlleva, pero no siempre es así, me tiene un poquito descolacada la historia sigueeee.... vemga besiños
Tempodelecer

Anónimo dijo...

A mi tb me tiene un poco descolocada y no se por donde saldrá pero me gusta. Te sigo.
Maluml