viernes, 31 de julio de 2009

TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA



Una historia de amor diferente que nos lleva de viaje por diferentes ciudades, distintas épocas. En ciertos momentos romántica, en otros desgarradora, aunque maravillosa, desde mi punto de vista.

jueves, 30 de julio de 2009

AL FINAL VA A RESULTAR, QUE NO ES TAN MALO PASAR UNA CRISIS


Según las estadísticas, desde que empezó esta anunciada debacle económica, nos hemos vuelto más precavidos con nuestro dinero. Dicen que estamos ahorrando más, incluso teniendo menos ingresos. También que estamos aprendiendo a comprar, nos preocupan más los precios.

He escuchado algún comentario curioso del tipo: Estoy gastando menos que en toda mi vida. Sin haber notado la crisis en mi casa, pero como nuestros amigos no salen, nosotros tampoco lo hacemos.

Los padres de familia de hoy en día, fuimos criados en la llamada “sociedad del bienestar”. Fue cuando las casas empezaron a llenarse de todo tipo de electrodomésticos. Pasamos de una época en la que era motivo de fiesta comprar un televisor, a tener uno en cada habitación, y cuando uno de estos se estropea, en muchas ocasiones, sin detenernos a pensar que la avería puede tener solución, salimos al día siguiente para comprar otro.

Lei acerca de un estudio de mercado, realizado basándose en esos cuartitos que la gente alquila o compra, para meter los trastos inservibles. No me sorprendió mucho lo que llegaron a encontrar: Pequeños aparatos que sólo se usaron las primeras semanas, alguno de estos por duplicado, incluso triplicado. Ropa con la etiqueta de compra aún prendida, sin estranar…

Todos hemos comprado cosas innecesarias: Cuantos tenemos un taladro, para hacer un agujero cada cuatro años, si es que lo hacemos. Esa licuadora de la que nos cansamos la segunda vez que la tuvimos que desmontar para limpiarla. ¡Con lo barato que es el zumo que venden por ahí! Los discman. Eran grandes y aparatosos. No fue difícil para los MP3 relegarlos al cajón. Así cientos, miles de cosas.

Parecía que el dinero nos quemaba en el bolsillo. Ahora nos hemos llevado un pequeño escarmiento, como decimos en mi tierra, “el gat escaldat, amb poca aigua en té prou.” (Al gato escaldado, poca agua le basta.) Vamos a ver por cuanto tiempo seguimos comportándonos de este modo, aunque yo sigo opinando que hemos sacado algo bueno de la crisis.

miércoles, 29 de julio de 2009

EL SENTIDO DE MI VIDA VII

VII

Corté con Javi y antes de veinticuatro horas estaba en la cama con Salva. Me rei más aquella noche, que en los tres años que pasé con el futuro abogado. Él era de un pueblecito al sur, vivía en un piso que compartía con cuatro estudiantes más, pero los fines de semana, regresaba a la casa de sus padres. Los sábados trabajaba de camarero en el bar de su tío y el dinero que éste le daba, se lo quedaba para sus gastos. Al sacarme el carné de conducir, mi abuela me había comprado un coche, del mismo modo que lo hacía con todos sus nietos, así que yo lo cogía para ir hasta allí, le esperaba a la salida del bar y en el mismo momento en que él se sentaba a mi lado, me olvidaba del resto del mundo. Uno de esos días, de regreso a la ciudad, me salí de la carretera.

Lo nuestro duró unos cinco meses, ¡pero qué cinco meses! Con Javi había sido todo tan “light”… Salva me enseñó una sociedad totalmente diferente de la que yo conocía, me lleno el cassette de música que no había escuchado jamás, me llevó a locales donde me parecía imposeble reconocer a alguien, me mostró, en resúmen, otra forma de vivir.

Cuando llegaba a casa sentía que mis padres me miraban cómo si se tratase de una desconocida y en cierta manera, aquello me dolía. Traté de “suavizar” mi comportamiento, pero yo había cambiado, me gustaba ese cambio, entonces se me ocurrió, a modo de reconciliación, regalarles un viaje, pedirles indirectamente que confiasen en mí.

El día que me licencié, papá no sabe que me di cuenta, aunque sí, le vi llorar, les vi llorar a los dos. Aquella noche salimos a cenar juntos, pero cuando entendí a que restaurante nos dirijíamos, ya puse mala cara. Les gusta ese lugar y no llegaré a entender nunca el porque. Lo único que puedo decir en su favor es que, a parte de la comida de Leo, tienen la mejor que he probado en mi vida.

Desde que terminé en el colegio de monjas donde cursé mis primeros estudios, casi nadie me llama señorita Ortega, excepto allí. Odio ese trato, mi nombre es Silvia, no soy ni más, ni menos que nadie y que me acerquen la silla para sentarme, que me llenen mi copa cada vez que bebo, que me recojan la servilleta que ha caído al suelo, incluso antes de que yo sea consciente de ello, me pone de los vervios. Sólo les falta sentarse a tu lado y cortarte la carne en trocitos. Ni hay necesidad de mostrarse tan servil, ni nosotros somos unos inútiles, pero aguanté estoicamente. No me apetecía discutir.

domingo, 26 de julio de 2009

EL SENTIDO DE MI VIDA VI

VI

Cualquiera que escuchase mis palabras, podría pensar que dejé el tenis de la noche a la mañana. Tampoco fue así. Todavía hoy le sigo dedicando varias horas a la semana, me ayuda a mantenerme en forma, a desconectar, lo cual me resulta curioso, porque me enseñaron a concentrarme antes de cada partido, aprendí que siempre hay que salir a ganar, y ahora, al sostener una raqueta en mi mano, es probablemente el momento del día que más relajada estoy.

Sacar una notas admirables, era mi manera de demostrar que había tomado la decisión acertada. Conseguir que mi padre volviese a estar orgulloso de mí, era mi objetivo número uno. Entonces conocí a Javi, un estudiante de derecho primo de una amiga del instituto. Era más alto que yo, algo poco habitual en los chicos que había conocido hasta ese momento, dada mi estatura, guapo, inteligente… Me consta que al empezar a salir con él, fui la envidia de más de una. En cierto modo, me recordaba a mi padre. Sabía que se iban a llevar bien, lo cual pude comprobar con el paso del tiempo.

Conozco gente que decidió estudiar veterinaria porque encontró en el parque un gorrión con un ala rota, otros que se inclinaron por una carrera con salida y la mayoría, simplemente se vieron limitados por las notas de corte. Yo vi claro mi futuro el día en que todos mis compañeros me felicitaron por un artículo que me habían publicado en la revista del instituto. La llevé a casa para enseñársela a todo el mundo. Yo quería escribir y el periodismo me parecía una manera tan válida como cualquier otra, pero no todos opinaban igual. La cara de mi padre reflejaba decepción, empecé a pensar que nada de lo que hiciese le iba a gustar, aunque cada vez me importaba menos.

En la facultad conocí a gente de toda la provincia. Hasta ese momento mis amistades eran similares a mí, niños pijos que habíamos estudio en un instituto para niños pijos. Al principio me sentía como perdida en una selva, pero no tardé en adaptarme. Un pequeño cambio de vestuario, mi mejor sonrisa y en un par de meses pasé a formar parte de un grupo de lo más variopinto. Uno de ellos era Salva, resultaba imposible aburrirse estando a su lado, tenía unas ideas muy paricurales sobre la vida y la sociedad, pero me encantaba escucharle. A mi padre le hubiese dado algo de vernos juntos, tan diferentes en todo, aunque eso era justamente lo que me atraía de él.

miércoles, 22 de julio de 2009

EL SENTIDO DE MI VIDA V

V

El primer recuerdo nítido que tengo de la infancia, es el día en que mi padre me regaló mi primera raqueta de tenis. Yo apenas podía levantarla del suelo. Todavía la conservo, es pequeña, muy ligera. Entonces me parecía que pesaba más que yo, que nunca iba a conseguir sostenerla sobre mi cabeza, pero me equivoqué. Un par de años después la manejaba como si se tratara da una prolongación de mi brazo. Recuerdo al entrenador diciéndole a mi padre que yo había nacido para aquello. Él me miraba orgulloso y yo sonreía, porque no había nada en el mundo que me hiciese más feliz que verle así.

Nunca tengas miedo de tu rival, aunque la veas más alta, más fuerte… Hay algo que se impone ante todo eso y es la seguridad en uno mismo. Si tú estás convencida de que puedes ganar, lo conseguirás y créeme, te sobra calidad para hacerlo. Me lo decía tan serio, que yo no me atrevía a dudar de sus palabras. Cuando tras el último punto, el decisivo, corría hacia mí para abrazarme, la expresión de su rostro era mi verdadero trofeo.

Mi madre se quedaba por entre el público, hablando y presumiendo de lo bien que jugaba su hija. Yo la miraba de vez en cuando con la absoluta certeza de que no perdía detalle, pero no se acercaba a nosotros hasta pasados los primeros instantes. Entonces sí me llenaba de besos, me abrazaba, me comentaba algunas jugadas y siempre me recordaba que era la mejor.

Sólo una cosa en el mundo me apasionaba más que el tenis. La literatura, una pasión que compartía, o mejor dicho, que comparto con ella. Nos encerrabamos en la sala de lectura, cómo se empeña en llamarla papá, o cómo preferimos nosotras, en nuestro rinconcito y allí pasábamos horas en silencio devorando página tras página. De vez en cuando, yo hacía alguna pregunta que mi madre se esmeraba por explicarme de la mejor manera posible. De este modo aprendí cosas maravillosas, todo un mundo a mi alcance en aquellas estanterías.

La mitad de mi tiempo libre era destinado a formar mi condición física. La otra mitad, mucho más relajada, la dedicaba a alimentar a mi cerebro. Cuando me sentaba a ver un torneo de gran slam, soñaba con verme allí algún día. En cambio, cuanto sostenía un libro en mis manos, me imaginaba siendo una escritora de renombre. Me preguntaba si el día tenía suficientes horas para llevar a cabo mis dos ilusiones, pero el tiempo me trajo la respuesta.

Cuando empecé a desconcentrarme en un partido porque al día siguiente tenía un examen, a deducir horas a mis entrenamientos para dedicarlas a los libros, llegué a la conclusión de que, inconscientemente, ya había elegido a qué quería dedicar mi vida. Decírselo a mi padre fue lo más complicado. ¿Crees qué los demás tenistas no estudian? A algo tienen que dedicarse cuando se retiran del deporte de élite. Claro que, aquellos argumentos a mí no me bastaban.

En una ocasión me dijo que no debía de compararme a los demás, que tenía que ser yo misma, tratar de superarme, tener las ideas claras y eso fue justamente lo que hice. Espero que no te pese en el futuro. Aquella fue la primera vez que vi la decepción en sus ojos.

lunes, 20 de julio de 2009

LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES


He escuchado todo tipo de comentarios sobre este libro, desde gente que fascinada esperaba impaciente la tercera entrega de la saga, hasta otros que dicen no entender a que se debe tanto "boom" con estos libros.

Creo que esa sería una buena forma de definirlo, un "boom", un "boom" mediático. Como ocurre con muchos best sellers, una buena campaña publicitaria, sería capaz de convertir en record de ventas cualquier novela, por mediocre que pueda ser. Si a esto le sumamos que el autor murió poco después de terminar la tercera entrega y antes de que saliese a la venta la primera, se veía venir que esto iba a ser un éxito.

Pero no me malinterpreteis, no estoy llamando mediocre a "Los hombres que no amaban a las mujeres". (Que por cierto está mal traducido, debería llamarse "Los hombres que odiaban a las mujeres.") Para mí, los libros, son como el perfume, algo muy personal. Siempre defenderé que lo que a uno puede fascinarle, a otro le puede horrorizar.

Si me pareciese mediocre, no lo hubiese leído en apenas una semana, aunque esto tampoco indica que sea bueno, más bien que engancha, eso si me atrevo a decirlo sin dudar. Creo que es ideal para aquellos a los que les guste la intriga, las tramas complicadas, o para alguien que, como yo, intenta leer todo lo que cae en sus manos.

Hoy mismo he visto la película, con muchos nombres y datos todavía rondando en mi cabeza. Como suele ocurrir, ha sido una decepción. Tenía ciertas esperanzas por el simple hecho de que era sueca. (Yo, con tal de que no sea cine americano.... ) Desde detalles como que la desaparecida Harriet en la novela es morena y en el film tiene una impresionante melena rubia, hasta otros como que una de los personajes para mi claves, en la cinta lleva años muerto, hacen que para mi pierda todo su interés. Pero yo siempre digo que para criticar, ya sea a favor o en contra, hay que saber de lo que uno habla, por eso, me he tragado hasta el último minuto.

EL SENTIDO DE MI VIDA IV


IV


Aquello no duró mucho, yo lo llamaría una etapa de dudas. Sólo volví a cuestionar su actitud el día que nos regaló un viaje a Roma. No sabía si trataba de deshacerse de nosotros unos días. Empecé a ahorrar con el dinero que me dio la abuela en Navidad, así que, con el esfuerzo que me ha supuesto, ni se os ocurra decirme que no vais a ir. Y su voz nos pareció tan sincera, que nos fuimos, con cierta intranquilidad, pero lo hicimos. Fue una especie de tratado de paz, una demostración de que volvíamos a confíar en ella.

Recuerdo haber llorado el día en que murió mi madre, también en aquella sala de espera, cuando temí perder a mi mujer y a mi hija incluso antes de conocerla, pero no supe lo que eran lágrimas de satisfacción hasta que la vi licenciarse. No había estudiado la carrera que yo esperaba, aquel deporte que yo quería que fuese su vida no pasaba de ser un mero hobbie, pero me sentía feliz y orgulloso de ser su padre.

No sé muy bien en qué ocupó su tiempo durante los meses que tardó en encontrar trabajo. Iba y venía sin dar explicaciones, tampoco se las pedíamos. No demandaba más dinero del habitual, sólo trasnochaba los fines de semana, no daba señales de embriaguez ni cosas similares, pero la comunicación entre nosotros era prácticamente nula y eso nos preocupaba, sobretodo a Pilar. Su diálogo conmigo había ido decreciendo paulatinamente con el paso de los años. Con su madre, en cambio, siempre le gustó hablar largo y tendido. Se encerraban en la sala de lectura para charlar de sus cosas. Yo incluso las envidiaba, aunque luego mi mujer me transmitía parte de esas conversaciones.

Si le preguntaba cómo estaba, la única respuesta que esperaba era un simple bien. Si me interesaba por la existencia de alguna oferta laboral, no se extendía mucho más. Se encerraba en su habitación, ponía música o la tele y apenas salía para comer. Sólo una persona parecía tener la misma relación con ella dentro de la casa. Su amiga Lucía. Venía algunos días con Leo y entonces, desaparecía tras la misma puerta que lo había hecho Silvia.

sábado, 18 de julio de 2009

EL SENTIDO DE MI VIDA III

III

Aprendí cómo es no dormirte hasta la madrugada porque tu hija no ha llegado, discutir con ella porque no se ha presentado a la comida familiar de los primeros domingos de mes, echar en falta dinero de la cartera y estar seguro de quién lo ha cogido, aunque eso no es nada comparado con el susto que te llevas el día que suena el teléfono en plena noche. Está bien, sólo ha sido un susto, pero se tiene que quedar una noche en observación por el golpe en la cabeza. Gracias a que la llevaron al hospital donde trabajaba Pilar. Temía que estuviésemos muy enfadados y no quería avisarnos. Un pequeño tráfico de influencias.

Cuando llegamos estaba dormida. Yo la miraba pensando que difícil resulta criar a un hijo. Intentas dárselo todo, hacerle la vida fácil, pero eso no es garantía de nada, al contrario, puedes excederte consiguiendo un resultado peor. No fue mi culpa papá, ese coche se pone a cien sin que te des cuenta. Una excusa muy pobre. Ya la tuvimos al comprarlo porque a mí me parecía demasiado potente. Estuve a punto de decirle que le guardaría las llaves hasta que fuese un poco más responsable, pero entonces la hubiese dejado en manos de otros y esa idea aún me gustaba menos que la otra.

Llevabámos tres años sin hacer un viaje porque ella no quería venir con nosotros. Yo me negaba a dejarla sola, menos aún tras su comportamiento de los últimos meses. Leo, la mujer para todo, como yo la llamo, niñera cuando la contratamos, cocinera luego, asistenta, ama de llaves o como se la quiera llamar, se ofreció a quedarse en casa mientras nosotros nos ausentábamos, con su hija Lucía, siete años mayor que Silvia, además de su mejor amiga, aunque a mí tampoco me pareció una solución; siempre pensé que la mimaba demasiado. Así que otro verano en la casa de la playa, tostándonos al sol y discutiendo con ella cada vez que salía.

Lo más sorprendente de todo eran sus notas. Nunca advertí ningún bajón, no se si estudiaba cuando nosotros pensábamos que dormía, si lo hacía en casa de alguna amiga mientras la creiamos de marcha, si era tan inteligente que con un simple repaso le bastaba… de cualquier modo, sus estudios parecía ser lo único por lo que no discutíamos y siendo consciente, era su mejor escudo.