jueves, 13 de agosto de 2009

EL SENTIDO DE MI VIDA XIII

XIII

No me hacía a la idea de verla sólo cada tres o cuatro semanas. Aunque nos llevásemos como el perro y el gato, es mi hija, me gusta tenerla cerca, por eso no estaba dispuesto a dejar de insistirle para que volviera, no a casa, entiendo que ya tenía edad para hacer su vida, pero sí a nuestra ciudad. Lo que más temía era que conociese a alguien en la capital y se enamorara, entonces sí la habría perdido para siempre, hasta que llegó un verano en el que pasó casi todo el mes de agosto con nosotros, bueno, es un decir, porque casi no paraba por la casa de la playa. Yo no me había dado cuenta, pero Pilar, que está en todo, comentó que seguro que estaba saliendo con alguien y que por eso se la pasaba por ahí.

Nuestras sospechas se confirmaron cuando empezó a venir más a menudo, aunque llegaba, saludaba y casi no la veíamos en todo el fin de semana. Decidimos no preguntarle, si se trataba de algo importante, ya nos lo contaría en el momento que le pareciese más oportuno. No tuvimos que esperar mucho. El día de Año Nuevo entró en casa llevando de la mano a un chico que, en principio, nos pareció un buen chaval. Resultó que se conocían de la facultad, pero no se habían visto en años. La casualidad les llevó a encontrarse y habían retomado lo que ya intentaron de jovenes, algo de lo que, por cierto, tampoco estábamos enterados.

Él hablaba con propiedad, los primeros minutos estaba nervioso, supongo que era normal, pero poco a poco se fue soltando. Miraba a Silvia con absoluta devoción, en realidad, los dos se miraban del mismo modo y sin soltarse las manos. Como su padre que soy, esto debía de alegrarme, aunque confieso que sentí celos, unos celos que se agravaron cuando ella dijo que se venía a vivir con él, que iba a dejar de trabajar y a dedicarse por entero a escribir. Desde que se licenció se había mostrado reticente a aceptar nuestra ayuda, sin embargo, ahora no le importaba depender de alguien con quien llevaba… ¿Cuánto? ¿Cuatro meses? Pensé que era otra de sus locuras, al menos esta serviría para tenerla cerca.

Fue mejor de lo que esperaba. Por mucho tiempo que dedicase a escribir, siempre tenía un ratito para pasarse por casa. Se sabía los horarios de Pilar y quedaba con ella si tenía que salir a comprar algo para ese piso que, al parecer, estaba medio vacio. O simplemente se veían para tomar un café y charlar, entonces, si no estaba trabajando, en alguna ocasión me unía a ellas. Era maravillo tenerlas conmigo a las dos. Hablaba de Salva con entusiasmo, cada día que pasaba lo conocíamos un poco más y me fui convenciendo de que la adoraba tanto como ella a él. Yo hubiese preferido que se casasen, pero confiaba en que, queriéndose de ese modo, no tardarían en ser ellos mismo quienes lo desearan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Puesta al día en la historia, decirte que me está gustando, espero trocito antes de volver a marcharme sino te leeré de nuevo con retraso, besitos
Tempodelecer