lunes, 28 de septiembre de 2009

MI DIOSA AFRODITA IV

Pensé que tenía que hablar con la susodicha, intentar descubrir si eran ciertas mis sospechas y todo había sido causado por un desengaño amoroso, pero cuando me abrió la puerta de su casa, sentí que andaba muy desencaminada. Su aspecto era verdaderamente lamentable: el pelo revuelto, los ojos hinchados y una palidez que llamó especialmente mi atención. Vestía un chándal sencillo, azul oscuro, casi negro y unas zapatillas de andar por casa.

- Hola Pilar. ¿Puedo pasar?

Se quedó ante mí en silencio durante varios segundos, con la mano sujetando la puerta, hasta que sin decir nada se encaminó al salón, lo cual interpreté como una invitación a seguirla. Se sentó en un sillón con las piernas encogidas, rodeándolas con sus brazos para luego apoyar el mentón en sus rodillas, mientras yo me situaba en el sofá, lo más cerca posible de ella. Entonces comenzó a mecerse ligeramente, dejando escapar un leve sollozo. Sentí que necesitaba consuelo, alguien en quien poder apoyarse, por eso le abrí mis brazos, sorprendiéndome por la rapidez con que se abalanzó sobre mí. Al instante estalló en un llanto desgarrador. No tardé en contagiarme y juntas, lloramos por él.

- ¿Por qué lo hizo? Estábamos bien, ¿por qué tuvo que pasársele por la cabeza una idea tan estúpida?

Si en algún momento pensé que esa chica no quería a mi hijo, al ver su desolación, se disiparon todas mis dudas.

Esperé a que se calmara, luego me tomé la libertad de meterme en la cocina para preparar unas infusiones y sin necesidad de preguntarle, me fue contando por encima su relación.

- Nunca me hubiese enamorado del Óscar adolescente, como amigo era insuperable, pero no era lo que yo buscaba. Él no desistió hasta la víspera de mi boda, luego se conformó, aunque no dejó de estar ahí. Al final mi ex resultó ser un tanto mujeriego y cuando corrí a llorar en sus brazos, descubrí a una persona completamente diferente. Es muy posible que esa faceta suya siempre hubiese estado ahí, escondida, sin embargo yo no supe verla hasta entonces. Quizás teníamos que vivir todo aquello antes de estar juntos. Pero con lo que le costó, ¿por qué al poco de conseguirlo…? - No pudo seguir, de nuevo rompió a llorar desconsoladamente.

- Perdona pero, hay algo que se me escapa. – Me miró sin entender, aunque yo no dudé al seguir hablando. – Si estabais tan bien, ¿Cómo puede ser que llevase muerto tres días y tú no lo echases en falta?

- Es algo que llevo reprochándome a mí misma desde que supe lo que había pasado, no lo hagas tú también. – Imploró incluso con la mirada.

- Eso no me aclara nada.

- Habíamos discutido, todas las parejas discuten, pensé que no cogía el teléfono porque seguía enfadado conmigo, pero te aseguro que si compruebas su buzón de voz, está lleno de mensajes míos.

No pretendía reprocharle nada. ¿Tan difícil era de entender? Estábamos hablando de mi hijo y después de lo sucedido, era normal que me preocupase.

- ¿Puedo preguntarte por qué habíais discutido?

- Por Andrés. Se la pasaba comiéndole la cabeza con que yo no le quería, que sólo me estaba aprovechando de él. Oscar siempre le justificaba y eso a mí me ponía de los nervios.

- A mí también me lo ha comentado. – Mascullé por miedo a su reacción.

- ¡Joder! Yo le quería, tienes que creerme. – Por un instante me agarró con fuerza de la blusa implorando con la mirada.

- Te creo.

- Además están esos tipos de la policia, me hicieron preguntas, registraron la casa…

- ¿La policia ha registrado tu casa? – Ese detalle me extrañó mucho. ¿Por qué lo habían hecho? En ese momento sonó mi teléfono móvil, no reconocí el número, pero si la voz de mi interlocutor.

- ¿Señora Santos? Soy el inspector Huerta. Tengo que hablar con usted sobre su hijo.

- ¿Qué ocurre?

- No me parece un tema para tratar por teléfono. Si es tan amable de indicarme una hora y un lugar, estaría encantado de comentarle lo que hemos averiguado.

Quedamos en vernos en una cafetería, me disculpé con Pilar y salí hacia allí con un montón de posibilidades rondando mi cabeza. Llegué tan rápido que tuve que esperar varios minutos, esto contribuyó a que se acrecentaran mis nervios, por eso al verle aparecer por la puerta, mi impaciencia era notable.

- Creo que debería de tomarse una tila, la veo alterada.

- Estoy bien. ¿Qué es lo que me tenía que decir? – Pregunté volviéndome a sentar.

- Tenemos motivos suficientes para pensar que su hijo no se suicidó.

- ¿Cómo ha dicho? – Aquello no me lo esperaba, después de tantos días dándole vueltas…

- No le voy a dar una clase rápida de anatomía forense, espero que se conforme con saber que por la forma de los cortes, sabemos que no pudo hacerlos él mismo. Además, los especialistas dicen que la nota fue escrita bajo algún tipo de presión. Dicho de otra manera, le obligaron.

- ¿Pero entonces…?

No sé que era peor, si pensar que había sido un suicidio o que alguien le odiaba tanto como para matarle. Por fin entendía el registro en casa de Pilar, podía esperar incluso que lo hiciesen con la mía. Sólo cabía esperar.

La conversación con el inspector fue breve y lo que más remarcó fue que debía de pensar bien quién, según mi opinión, podría haber hecho algo así. El problema es que yo no conocía a nadie capaz de semejante atrocidad.

jueves, 24 de septiembre de 2009

MI DIOSA AFRODITA III

Los tranquilizantes se encargaron de convertir los días sucesivos en una maraña de imágenes, palabras, gestos difíciles de organizar en mi cabeza. Muchos hombros donde arrimarme, frases hechas intentando dar ánimos, pero antes de darme cuenta, todos habían vuelto a su rutina dejándome sola.

Hacía ya cinco años que no vivía conmigo, aunque hasta ese instante no sentí verdaderamente el vacío.

Reuní fuerzas para ir a por sus cosas, había quedado con Andrés que lo haríamos entre los dos, sin duda la mejor opción. La habitación estaba bastante desordenada, no pregunté si era lo habitual o más bien era obra de la policía, en realidad ese detalle ya no importaba, simplemente me senté en la cama limitándome a mirar a mí alrededor.

- Todavía no he entendido porque lo hizo. – Dijo Andrés situándose frente a mí. ­- ¿Ya te han dado la nota?

- Una copia, aunque no cuenta nada nuevo, sólo pide perdón por ser tan cobarde.

- Yo no sé si es el momento más adecuado para hablar de esto, pero Oscar nunca había estado tan animado como en estos últimos meses, por eso me resulta tan extraño lo que ha pasado.

- ¿Me estás diciendo que no tenía motivos para hacer lo que ha hecho? – Deseaba contarme lo que pensaba y yo estaba dispuesta a escucharle.

- Si los tenía, lo disimulaba muy bien. ¿Sabes que le subieron el sueldo hace unas semanas?

- Sí, me lo comentó.

- ¿Y qué estaba saliendo con Pilar? Por fin lo había conseguido. – Musitó, como si este hecho le desagradara.

- ¿Con Pilar? ¿Su amiga de la facultad? – Me extrañó tanto, resultaba difícil de creer.

- La misma.

- Pero si estaba casada. – Sentencié rápidamente.

- Se separó hace ya más de un año y, como no, Oscar se volvió su pañuelo de lágrimas, hasta tal punto que terminaron liándose. – De nuevo el tono de su voz, me decía más que sus palabras.

- No tenía ni idea, atribuí su pena a que era su mejor amiga.

- Sí, bueno, es muy probable que sea así, no creo que estuviera enamorada de él. – Matizó quedamente.

- ¿Entonces?

- Oscar estaba loco por ella desde que la conoció, ahora que había logrado tenerla en su cama siempre que le apetecía, se negaba a ver que aquello no significaba lo mismo para los dos.

Nunca sintió la necesidad de contarme sus intimidades, desconozco con cuantas chicas puede haber estado, pero Pilar era especial. Cuando la conoció con tan sólo diecisiete años, se pasaba el día hablando de ella, me resultó evidente que se había enamorado, aunque cómo decía su amigo, nunca dio muestras de corresponderle.

lunes, 21 de septiembre de 2009

MI DIOSA AFRODITA II

Resulta difícil organizar el choque de sentimientos que se agolpan en tu pecho tras una noticia de tal magnitud. El deseo de salir corriendo para estar con él, el miedo a descubrir en qué estado se encuentra su cuerpo… “Tiene que venir a reconocer el cadáver.” Ni siquiera sabía la causa, ni cuantos días llevaba muerto. “Tiene que venir a reconocer el cadáver.” ¿Para qué existen las pruebas de ADN? ¿No deberían de confirmar de quién se trata antes de comunicar algo tan tajante? “Tiene que venir a reconocer el cadáver.”

El coche, mis manos en el volante, el pie en el acelerador, me llevaron hasta su piso por inercia: Su cuerpo ya no se encontraba allí, debía de ir al anatómico forense, pero una fuerza inexplicable me guió sin vacilar ni un instante.

Un vehículo en la entrada del edificio me alertó de la presencia de algunos policías, quizás ellos podrían darme más información. Subí por las escaleras, encontrándome en la puerta con el primero.

- Disculpe señora. – Me detuvo poniendo enérgicamente una mano sobre mi pecho. – Aquí no se puede entrar.

- Es mi hijo, es la casa de mi hijo. – Atajé casi gritando.

- Perdóneme.

Se dio la vuelta sin variar su posición y llamó a su superior con un grito potente. En pocos segundos éste se encontraba frente a mí. Con total amabilidad, algo que empezaba a echar en falta, me narró lo sucedido. Parecía un claro caso de suicidio, me dijo, con nota de despedida incluida, la cual me entregarían después de ser estudiada detenidamente por la policía científica, ya que yo era la destinataria.

- ¿Cómo ha sido?

- Se cortó las venas. - La imagen de su cuerpo sumergido en un charco de sangre se instaló en mi cabeza, la agité tratando de borrarla, pero fue inútil.

- ¿Por qué? - A partir de ese momento, esa sería mi única preocupación: ¿Por qué?

Se ofrecieron a acompañarme al depósito y, careciendo de otra mejor, incluso la compañía de aquel policía me parecía reconfortante. Me explicó que debía de tomármelo con calma, no había prisa alguna y yo, de pie frente a un cuerpo cubierto por una sabana, rogaba que no fuese mi hijo quien se encontraba allí, aunque mis suplicas no fueron atendidas. Tuvieron que sostenerme para evitar que cayera al suelo, estaba tan pálido que se podría decir que carecía de todo color.

¡¡¡ INSUPERABLE !!!

Siempre que voy a una heladería, me ocurre algo similar; me quedo mirando la lista de sabores, o lo que es peor aún, la vitrina con las cubetas llenas de helado y nunca sé cual elegir, me gustan todos.

Ver jugar a la selección española de basket es algo parecido, si te preguntan que jugador lo hace mejor, es difícil decidirse. Bueno, tenemos un producto estrella, pero los demás no desmerecen a su lado.

¡Qué dominio de la pelota! ¡Qué precisión al lanzar! Yo sólo había visto esos "alley hoops" tan espectaculares en la NBA, pero es que, claro, ¡si más de la mitad de ellos juegan o han jugado en la NBA! Por algo será.

Sufrimos con vosotros en la final de las olimpiadas de Pekin, los arbitros nos impidieron saborear un oro olímpico, pero esta medalla no nos la quita nadie.

¡Gracias por hacernos disfrutar de esa manera chicos!













Fotos: Diario "EL PAÍS"

sábado, 19 de septiembre de 2009

MI DIOSA AFRODITA

Ya estoy aquí de nuevo, a ver si sale una nueva historia. Las condiciones son parecidas a la anterior, quiero decir que no sé por donde voy a salir, no tengo una idea clara, pero me he dado cuenta que escribir bajo presión no se me da mal, saber que hay personas esperando un trozo más de mi relato, me da ánimos, así que, merece la pena intentarlo.



- MI DIOSA AFRODITA -



En el preciso instante en que escuché el característico timbre de mi teléfono, supe que algo había ocurrido, fue una sensación extraña que me hizo dudar antes de responder a la llamada: Un número desconocido, una hora poco habitual, todos los signos para llevarme a pensar en una desgracia.

- “¿Sí, dígame?”. - Fue lo único que alcancé a decir, mientras mis piernas empezaban a temblar al preguntarme una voz anónima si era familiar de Óscar Santos, mi hijo.

Nunca tuvo la sana costumbre de llamarme todos los días, con un poco de suerte tenía noticias suyas una vez por semana, lo que no esperaba escuchar era que le habían encontrado en su piso al denunciar una vecina a la policía, el hedor que desde allí empezaba a llenarlo todo. Me dijeron que tenía que ir a reconocer el cadáver, pero yo no me sentía con fuerzas ni para moverme de donde estaba. Deberían de enseñarles a dar determinadas noticias con más delicadeza.

Me dejé caer sobre el sofá y cuando conseguí reaccionar, lo primero que se me ocurrió fue llamar a su amigo Andrés. Si compartían casa, ¿dónde demonios se había metido?

El tono al otro lado del auricular me resultó extraño, no acerté a adivinar a que se debía, creo que en ese momento ni lo pensé, hasta que entendí que estaba en el extranjero.

- ¿Sofía, eres tú?

- Andrés, estás de viaje. – Fue duro comprobar que efectivamente se encontraba solo en casa, todavía albergaba la esperanza de que se tratara de un error.

- Sí, estoy en Francia, visitando a mis tíos. ¿Ocurre algo? – Callé durante demasiados segundos, los suficientes para alarmarle. - ¿Sofía?

- Oscar… – Mi tono de voz, el silencio, no le dejaron lugar a dudas.

- No. No puede ser. ¿Le ha pasado algo a Óscar? Le llamé esta mañana, me pareció extraño que no contestara. ¿Qué ha sucedido?

- Todavía no lo sé con certeza, me ha llamado la policía, le han encontrado en casa.

- ¿En casa?

- No puedo. No puedo. – De repente sentí que todo empezaba a nublarse. – No puedo.

Me llevé las manos a la cabeza, olvidándome por completo del teléfono que acababa de caer a mis pies. No escuché mi nombre pronunciado una y otra vez con desesperación, no oía nada a mi alrededor, excepto esas palabras repitiéndose en mi mente: “Tiene que venir a reconocer el cadáver.”