miércoles, 22 de julio de 2009

EL SENTIDO DE MI VIDA V

V

El primer recuerdo nítido que tengo de la infancia, es el día en que mi padre me regaló mi primera raqueta de tenis. Yo apenas podía levantarla del suelo. Todavía la conservo, es pequeña, muy ligera. Entonces me parecía que pesaba más que yo, que nunca iba a conseguir sostenerla sobre mi cabeza, pero me equivoqué. Un par de años después la manejaba como si se tratara da una prolongación de mi brazo. Recuerdo al entrenador diciéndole a mi padre que yo había nacido para aquello. Él me miraba orgulloso y yo sonreía, porque no había nada en el mundo que me hiciese más feliz que verle así.

Nunca tengas miedo de tu rival, aunque la veas más alta, más fuerte… Hay algo que se impone ante todo eso y es la seguridad en uno mismo. Si tú estás convencida de que puedes ganar, lo conseguirás y créeme, te sobra calidad para hacerlo. Me lo decía tan serio, que yo no me atrevía a dudar de sus palabras. Cuando tras el último punto, el decisivo, corría hacia mí para abrazarme, la expresión de su rostro era mi verdadero trofeo.

Mi madre se quedaba por entre el público, hablando y presumiendo de lo bien que jugaba su hija. Yo la miraba de vez en cuando con la absoluta certeza de que no perdía detalle, pero no se acercaba a nosotros hasta pasados los primeros instantes. Entonces sí me llenaba de besos, me abrazaba, me comentaba algunas jugadas y siempre me recordaba que era la mejor.

Sólo una cosa en el mundo me apasionaba más que el tenis. La literatura, una pasión que compartía, o mejor dicho, que comparto con ella. Nos encerrabamos en la sala de lectura, cómo se empeña en llamarla papá, o cómo preferimos nosotras, en nuestro rinconcito y allí pasábamos horas en silencio devorando página tras página. De vez en cuando, yo hacía alguna pregunta que mi madre se esmeraba por explicarme de la mejor manera posible. De este modo aprendí cosas maravillosas, todo un mundo a mi alcance en aquellas estanterías.

La mitad de mi tiempo libre era destinado a formar mi condición física. La otra mitad, mucho más relajada, la dedicaba a alimentar a mi cerebro. Cuando me sentaba a ver un torneo de gran slam, soñaba con verme allí algún día. En cambio, cuanto sostenía un libro en mis manos, me imaginaba siendo una escritora de renombre. Me preguntaba si el día tenía suficientes horas para llevar a cabo mis dos ilusiones, pero el tiempo me trajo la respuesta.

Cuando empecé a desconcentrarme en un partido porque al día siguiente tenía un examen, a deducir horas a mis entrenamientos para dedicarlas a los libros, llegué a la conclusión de que, inconscientemente, ya había elegido a qué quería dedicar mi vida. Decírselo a mi padre fue lo más complicado. ¿Crees qué los demás tenistas no estudian? A algo tienen que dedicarse cuando se retiran del deporte de élite. Claro que, aquellos argumentos a mí no me bastaban.

En una ocasión me dijo que no debía de compararme a los demás, que tenía que ser yo misma, tratar de superarme, tener las ideas claras y eso fue justamente lo que hice. Espero que no te pese en el futuro. Aquella fue la primera vez que vi la decepción en sus ojos.

3 comentarios:

dsdmona dijo...

Muchos padres proyectan sus anhelos en los hijos, creen que su hio será tal o cual... cuando se dan cuenta de que los hijos tienen pensamientos propios y que quizás sus aspiraciones no van en la dirección que ellos esperaban se sienten decepcionados, sólo el tiempo les ayuda a ver que no todo es tan malo aunque no sea como ellos hubieran imaginado

D.

María dijo...

la vida es muy compleja, no siempre los padres tienen toda la razón, pienso que los las decisiones son de la persona y sobre su propia vida, bonito blog..

saludos..

María

María dijo...

la vida es muy compleja, no siempre los padres tienen toda la razón, pienso que los las decisiones son de la persona y sobre su propia vida, bonito blog..

saludos..

María