viernes, 9 de octubre de 2009

MI DIOSA AFRODITA VI

Cuando regresé con el álbum en la mano, Pilar estaba recostada en el sofá con los ojos cerrados. Pensé que se podía haber mareado y justo cuando estaba a punto de preguntarle, recordé mi decisión de no insistir, así que sin darle importancia, me senté a su lado, señalé la primera foto e hice un comentario.

- Si no fuese porque el sofá no es el mismo, se diría que esta acaban de tomártela. Estabas idéntica. – Se incoporó un poco, miró la imagen y sin pedir permiso, se adueñó del álbum para seguir pasando las páginas a su ritmo.

- Me llevó a la playa para animarme. Después de la separación, no me apetecía nada y él me devolvió la esperanza. – Acarició la imagen de Oscar en la siguiente foto, a esas alturas, las dos teníamos los ojos anegados, pero era una buena terapia hablar, y más aún siendo entre nosotras. – Decía que quería empapelar su habitación con fotos mías. Yo me hacía la interesante, pero en el fondo siempre me halagó esa obsesión que tenía conmigo.

Pasamos la tarde hablando de Oscar, entre otras cosas me comentó que habían empezado a sopesar la idea de vivir juntos, que él quería que cenásemos un día los tres para contarme su relación y que bromeaba diciendo que costaría convencerme de que era verdad, que iba a pensar que se trataba de una broma. Me conocía muy bien.

Con el paso de los días, fui recuperando la normalidad. Me incorporé al trabajo, traté de acostumbrarme a la idea de no verle más, pero no podía olvidar el detalle sobre el cual me había hablado Pilar: ese retraso que yo desconocía si seguía existiendo o qué, cómo ella afirmaba, era sólo un desarreglo ocasionado por los nervios.

Sin poder controlar mi impulso, me vi en la puerta de su casa. Cuando iba a llamar escuché voces provenientes del ascensor, una de las cuales era sin duda masculina y antes de ser sorprendida, subi las escaleras hasta el siguiente rellano donde me oculté.

- No te entretengas mucho. – Dijo él, mientras Pilar se adentraba en el apartamento.

Era un hombre moreno, alto, atlético. Se quedó en la entrada, de espaldas a mí. Llevaba una camiseta sin mangas y en el brazo derecho lucía un vistoso tatuaje de un puñal, enredado en lo que me pareció un alambre de espinas o algo similar. Un par de minutos después, cuando ella regresó, pude verle la cara, aunque no me sirvió de mucho; me era totalmente desconocido.

Desaparecieron por donde habían llegado y yo, sentada en un escalón, traté de entender mi comportamiento: Me escondí inconscientemente, sin pararme a pensarlo. Es posible que me diese cuenta de qué, muerto Oscar, ya no soy nadie en la vida de Pilar, no pintaba nada allí, menos aún si ella le había encontrado sustituto. Aunque no tenía motivos para pensar que así fuese, de serlo, mi opinión ya carecía de valor.

Regresé a casa con la duda de ese embarazo todavía instalada en mi cabeza. Esa misma noche tuve una pesadilla horrible: El chico del tatuaje besaba a Pilar, mientras ésta reía exageradamente, delante de un Oscar que se desangraba echado en el suelo. Desperté empapada en sudor y le lloré a mi hijo hasta dormirme agotada.

Dos días después me llegó la noticia de que habían detenido a Pilar.

1 comentario:

Magia dijo...

Pilar es la diana de la intriga. ¿Porqué alguien quiso sacar a Oscar de su vida? pues, será lo que alguien tendrá que averiguar.
Saludos. Gracias por la historia. Ciao.