sábado, 19 de septiembre de 2009

MI DIOSA AFRODITA

Ya estoy aquí de nuevo, a ver si sale una nueva historia. Las condiciones son parecidas a la anterior, quiero decir que no sé por donde voy a salir, no tengo una idea clara, pero me he dado cuenta que escribir bajo presión no se me da mal, saber que hay personas esperando un trozo más de mi relato, me da ánimos, así que, merece la pena intentarlo.



- MI DIOSA AFRODITA -



En el preciso instante en que escuché el característico timbre de mi teléfono, supe que algo había ocurrido, fue una sensación extraña que me hizo dudar antes de responder a la llamada: Un número desconocido, una hora poco habitual, todos los signos para llevarme a pensar en una desgracia.

- “¿Sí, dígame?”. - Fue lo único que alcancé a decir, mientras mis piernas empezaban a temblar al preguntarme una voz anónima si era familiar de Óscar Santos, mi hijo.

Nunca tuvo la sana costumbre de llamarme todos los días, con un poco de suerte tenía noticias suyas una vez por semana, lo que no esperaba escuchar era que le habían encontrado en su piso al denunciar una vecina a la policía, el hedor que desde allí empezaba a llenarlo todo. Me dijeron que tenía que ir a reconocer el cadáver, pero yo no me sentía con fuerzas ni para moverme de donde estaba. Deberían de enseñarles a dar determinadas noticias con más delicadeza.

Me dejé caer sobre el sofá y cuando conseguí reaccionar, lo primero que se me ocurrió fue llamar a su amigo Andrés. Si compartían casa, ¿dónde demonios se había metido?

El tono al otro lado del auricular me resultó extraño, no acerté a adivinar a que se debía, creo que en ese momento ni lo pensé, hasta que entendí que estaba en el extranjero.

- ¿Sofía, eres tú?

- Andrés, estás de viaje. – Fue duro comprobar que efectivamente se encontraba solo en casa, todavía albergaba la esperanza de que se tratara de un error.

- Sí, estoy en Francia, visitando a mis tíos. ¿Ocurre algo? – Callé durante demasiados segundos, los suficientes para alarmarle. - ¿Sofía?

- Oscar… – Mi tono de voz, el silencio, no le dejaron lugar a dudas.

- No. No puede ser. ¿Le ha pasado algo a Óscar? Le llamé esta mañana, me pareció extraño que no contestara. ¿Qué ha sucedido?

- Todavía no lo sé con certeza, me ha llamado la policía, le han encontrado en casa.

- ¿En casa?

- No puedo. No puedo. – De repente sentí que todo empezaba a nublarse. – No puedo.

Me llevé las manos a la cabeza, olvidándome por completo del teléfono que acababa de caer a mis pies. No escuché mi nombre pronunciado una y otra vez con desesperación, no oía nada a mi alrededor, excepto esas palabras repitiéndose en mi mente: “Tiene que venir a reconocer el cadáver.”


2 comentarios:

Magia dijo...

Empieza un poco regular esta historia... pero me interesa qué pasa después de ese teléfono al suelo... y también un poco sorprendida porque el título y el inicio de la historia parece que poco tienen que ver...
Estoy encantada del regreso. Buena semana. Ciao.

Anónimo dijo...

Empiezas fuerte, miedo me das. Me alegro de tu vuelta. A ver por dónde sales... Besos
Tempodelecer